Historias de Pandemia
Se la jugó y abrió nuevo local en medio de la pandemia
Autor: Comerciante, publicado el
Francisco Neira es un convencido de que “el que quiere ser grande tiene que pensar como los grandes”.
Una gran importancia le entrega Francisco Neira a los años en que lo pasó muy mal. “Haber caído fue lo mejor que me pudo haber pasado”, asegura en su verdulería, frutería y floristería Doña Merced (Monjitas 376), inaugurada hace unas semanas a pasos de la estación Bellas Artes del Metro.
Hasta poco antes de estallido social, él seguía los pasos de su padre, que durante años vendió frutas y verduras en el kiosko ubicado en José Miguel de la Barra esquina Merced, “pero nunca pudo crecer, la plata se le iba entre los dedos, y yo también iba en el camino de día a día”, recuerda, y asegura que “pasarlo mal fue un entrenamiento que me permite ser hoy una máquina en mi trabajo”.
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El 3 de octubre de 2019 Francisco terminó de pagar la clínica donde su hija fue tratada de un cáncer. “Estaba súper contento, y de pronto empezó el estallido social. Estuve a punto de quebrar, porque la gente se iba, no compraba. Y claro, porque entre guanaco y las marchas estaba muy complicado el sector”, rememora.
En grande
Y fue en ese complicado momento cuando Francisco decidió echar a andar su proyecto, que resume así: “El que quiere ser grande tiene que pensar como los grandes”. Dicho y hecho.
“Me dediqué a buscar la excelencia y el dinero empezó a caer solito. La excelencia en el sentido de que si la lechuga es verde, que sea verde todos los días, y el tomate rojo y no arrugado. Y para que sea así, yo mismo voy a comprar. Me levanto todos los días de madrugada y sólo busco lo mejor. Un ejemplo: hay cajas de tomates de 6, 8 y 10 mil pesos. Yo compro la de 12, porque después se venden solos”, cuenta.
Y fue ese mismo pensar en grande lo que lo llevó a dar un paso que pocos se atrevieron cuando a la crisis social se sumó la pandemia. Lejos de intentar sobrevivir, el emprendedor arrendó el local de calle Monjitas.
“Este local estuvo botado mucho tiempo y no faltaban los que decían que estaba maldito. Pero yo no creo en supersticiones, sino en dueños pencas, que no hacen bien su trabajo. La gente me decía que esta calle era la peor del sector, y yo quiero convertirla en la mejor, que la gente pase por acá porque sabe que acá comprará pura calidad”, apunta Francisco.
La importancia del equipo
Y aunque reconoce que es el primero en llegar y el último en irse, para él parte importante de su éxito es el equipo de personas que trabaja con él.
“Cuando empecé a leer cambió mi vida, porque cambió mi forma de pensar. Aprendí la importancia de tener un equipo, de ser un líder más que un jefe. Mucha gente piensa que tener a otra persona es un gasto porque hay que pagarle, pero no es así, sino que es invertir en uno, porque rico no es el que tiene plata, sino el que tiene tiempo”, asegura.
También tiene la convicción de que “un buen equipo parte con un buen jefe y sigue con un buen almuerzo, y no es broma. Igual que tener un lugar para que coman y un baño limpio para cuando lo necesiten. Y eso es lógico, porque ellos son los que producen el dinero”.
“Ahora tengo dos locales y trabajo con 11 personas”, acota. Y añade que “mi meta es tener diez locales, porque no tengo AFP, así que cuando me jubile quiero hacerlo bien. Y mi propósito es jubilarme a los 45 (tiene 36), así que me faltan ocho locales y tengo algo más de ocho años para lograrlo. Yo me imagino ese futuro y estoy trabajando para conseguirlo”, relata, mientras su esposa Priscilla Orellana se hace cargo de la caja.
“Muchos creen que querer es poder. Yo soy un convencido que saber es poder. Cuando comencé a saber me empecé a levantar”, resume Francisco sobre ese cambio que hoy le permite proyectarse sin temor al futuro.